Los videojuegos han evolucionado mucho en los últimos 30 años. Y, mientras se agregan más y más paredes de texto, comienzan a surgir dudas acerca de cómo usar las herramientas de la mejor forma posible. Con tantas ideas nuevas, es bueno que se forme un diálogo al respecto.
A veces es mejor no decir nada. A veces las palabras sobran.
Es un buen momento para anunciar mi nueva colaboración con Wibbly, un espacio joven que busca operar como librería para videojuegos con origen en Latinoamérica. Hermoso proyecto, esperemos que sea exitoso y pueda cumplir con su potencial, que es mucho.
Mientras tanto, preguntémonos qué hace a un juego argentino.
Tras años de estar siguiendo al Universo Cinematográfico de Marvel de forma casi religiosa, me empiezo a encontrar con obras que me gustan menos. Tal vez nos acercamos a un período en que Marvel ya no es indestructible, y en que no todo lo que toca se vuelve oro. La «Fase 2» se termina abruptamente, todavía no sé cuál era su propósito.
Pero hay una cosa que es cierta: el mundo no necesita a Daredevil.
Todos los videojuegos modernos parecen coincidir con el modelo de «mundo abierto», lo que significa que tienen una extensión promedio de 20 horas. Me voy dando cuenta que ya no tengo esa clase de tiempo para jugar videojuegos… La cantidad de veces que me quedé dormido con un control en las manos…
Ojalá pudiéramos volver a aquellos días de juventud.
Escribí un poco acerca de encontrar dónde están los límites de estos espacios y cuál es, considero, una gran debilidad: no se puede regresar.
Alejandro Pro 